El grito del contrabajo nos llega de la mano y dirección de David Lorente. Una adaptación del texto “El contrabajo” del escritor y guionista Patrick Süskind, protagonizada por el actor argentino Roberto Drago. Le acompaña su hermano, Ernesto Drago, encargado de la música de la pieza.
La obra es la lucha de un músico contra el descontrol de sus emociones, dependiente de su contrabajo para llenar el vacío de la soledad. Una obra que empieza con la fuerte defensa de la importancia de su instrumento, pero en la que el personaje evolucionará hacia una espiral de desesperación y hastío. Una reflexión sobre el paso del tiempo y la deshumanización cada día más latente en la sociedad.
David Lorente ha conseguido crear un ambiente íntimo para emular la habitación que comparte un músico con su instrumento, que será su única compañía mientras se introduce en un soliloquio amargo sobre la vida, la muerte y el amor.
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{{#date_ses}} {{#is_unique_provider}}¿Qué hace a un hombre sentirse cautivo de un objeto inerte que mora en el centro de su habitación? Un instrumento que es la razón de su felicidad, de su trasiego, que le trastorna profundamente, que odia y ama a la vez. Hoy, en Taquilla.com nos adentramos en uno de ...
¿Qué hace a un hombre sentirse cautivo de un objeto inerte que mora en el centro de su habitación? Un instrumento que es la razón de su felicidad, de su trasiego, que le trastorna profundamente, que odia y ama a la vez. Hoy, en Taquilla.com nos adentramos en uno de los soliloquios más amargo de la cartelera madrileña: El Grito del Contrabajo en el Artespacio Plot Point de Madrid. Una obra, dirigida por David Lorente, sobre el texto de Patrick Süskind (autor de la obra «El Perfume») que pone de manifiesto el elitismo palpitante en las grandes orquestas sinfónicas.
Una voz en lo más profundo del contrabajista emerge de su interior y se materializa en un personaje que lucha por buscar desahogo en su amarga vida dominada por su único compañero de vida, su contrabajo. Los hermanos Roberto y Ernesto Dragó son cómplices sobre las tablas en este desolador monólogo. Una complicidad que hace que el público consiga adentrarse en la psique de un hombre atrapado en la vida de un pusilánime, un ser insignificante, un perfecto Don Nadie, que pasa los días en su habitación insonoriza, mientras reflexiona sobre su propia existencia.
Enclavado en su microcosmos insonorizado y con su contrabajo como único compañero, nos encontramos a un hombre preparándose para ir a la ópera donde representará, esa misma noche, El Oro del Rin de Richard Wargner con la Orquesta Nacional. Toda su vida gira entorno a ese descomunal instrumento, una relación de amor-odio que le absorbe, le suprime y le domina en todos los aspectos de su vida. Al igual que Ravel en su bolero, la obra es un in crescendo de emociones, donde, sin que el público se dé cuenta, el amor, el éxito y los anhelos de grandeza se convierten en odio, frustración y olvido.
Con un frío y lúgubre sentido del humor, Roberto Dragó nos narra el recorrido de un contrabajista que se siente único y patético por igual,“En una orquesta se puede prescindir hasta del director, pero nunca del contrabajo”. En un ambiente escénico muy intimo, los hermanos Dragó fluyen de una forma tan natural que logran conjugarse un mismo ser marcado por una angustiosa soledad que se respira en el ambiente.
Una perfecta síntesis que remonta a hace muchos años, cuando Ernesto, bajista de profesión, le recomendó a su hermano la lectura de la novela de Süskind cuando eran adolescentes, como afirmó Roberto Dragón en una entrevista para “La pensión de las Pulgas”. Éste se encargó de adaptación del texto, hecho que se evidencia en la naturalidad del actor sobre las tablas, además de la gran complicidad con su hermano, factor que potencia esa dualidad palpable durante toda la obra y que muestra la verdadera personalidad del contrabajista.
Una obra para la reflexión sobre los tumbos que da la vida y cómo las decisiones que tomamos en cierto momento nos persiguen para siempre e, incluso, marcan nuestro carácter. El grito del contrabajo nos habla de cómo una obsesión puede convertirse tanto en la razón de nuestro felicidad y el sentido de nuestra vida, como en nuestra peor pesadilla, algo que te domina por completo y que nunca te permitirá tener una vida completa.