Una joven, sorda, vuelve al pueblo donde pasó su adolescencia tras la muerte de su padre. También vuelven sus dos hermanos, junto a quienes heredará la casa familiar. Lo que ellos no saben es que hay un secreto que la chica esconde, y que cambiará la vida de todos para siempre.
De los autores y productores de Una Corona Para Claudia llega ahora El Grito de la Tortuga, una reflexión sobre la dependencia física y emocional, las cargas familiares. Pero también sobre tomar las riendas de nuestra propia vida y de romper ese silencio que tanto puede llegar a pesar.
Una historia oscura y original escrita desde el humor, que tye emocionará profundamente y que te hará reflexionar sobre las realidades comunicativas.
Edad mínima: 16 años
Duración: 75 minutos
Actores: Ángela Ibáñez, Iker Azkoitia, Eva Ramos y Juan Jesús Di Manuel Producción: La Corona Producciones
Co-Producción: SerieTeatro y Hypnos Films
Puedes verla en el Teatro Lara, en la Sala Lola Membrives desde el 14 de marzo al 16 de mayo de 2019.
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{{#date_ses}} {{#is_unique_provider}}Un ensayo sobre la culpa que te sumergirá de pleno en la asfixiante realidad de todo lo que no se cuenta. Los creadores de Una Corona Para Claudia nos presentan ahora una juventud oscura enfrentándose a mucho más que la muerte de un padre. Ángela Ibañez, Iker ...
Una joven sorda vuelve con sus hermanastros al pueblo donde se crió: su padrastro acaba de morir. Se preparan funerales, homenajes e historias. Se reviven recuerdos de infancia, ya que hace años que los tres hermanos no se ven. Y en el aire, una pregunta velada: ¿por qué ha tardado tanto en volver?
El Grito de la Tortuga es, por encima de todo, un ensayo sobre la culpa. Sobre las dinámicas de cómplices y de testigos, sobre las heridas y olvidar el pasado. Sobre el peso del silencio.
Los creadores de Una Corona Para Claudia (La Corona Producciones) cambian de registro completamente para presentar en el Teatro Lara esta nueva creación. Mucho más oscura, mucho más pausada y compacta. Lejos queda el musical y sus juegos de brillos, pero el talento permanece incluso en una órbita completamente distinta.
La pieza comienza lenta, superficial y velada: no sabes lo que va a pasar. Pero, desde el principio, lo presientes. Y no por ser previsible una obra es menos impactante. El Grito de la Tortuga no juega al despiste o a la sorpresa. Juega a la carga emocional, a la desestructuración, a ese murmullo lejano.
Porque pasan muy pocos minutos de representación para que sepas que algo no va bien del todo. Será el uso del sonido. Será el impasible estatismo de la escena. O el magistral uso de los recursos audiovisuales (que, sin duda, nos dejan con ganas de más): pero algo está roto en la historia. Una narración demoledora aupada por la interpretación consistente de sus protagonistas.
De fondo, el estatismo de un pueblo que parece evocar la misma realidad de lo traumático: aquí nunca pasa nada, aquí nada apenas cambia. Hasta que alguien muere. Hasta que cierras el ciclo.
A veces hacen falta obras como ésta, sinceras y crudas, para sumergirte de pleno en una realidad que la mayoría ignoramos. Que está ahí, vive su vida, nos sonríe, finge que todo va bien, pero esconde un profundo secreto y un alma rota debajo.
La sensación al acabar es de que a El Grito de la Tortuga le falta tiempo. Te quedas con ganas de más: de más pasado, de más familia, de más respuestas.
Pero, quizá, esa hora escasa de duración no sea casual. Quizá no haya más respuestas. Quizá no haya nada más que revelar a los demás tus demonios y esperar a ver qué pasa.
Texto: Inés Rodríguez