Narcisismo. Manipulación. Recta moral cristiana pervertida con ambición y poder. Vuelve Tartufo, el Impostor, a nuestros teatros. Una adaptación donde Pedro Víllora reinventa, reconstruye un clásico para adaptarlo a una moral quebradiza. Todo ello sin perder un ápice de su fuerza, entre el brillo y la austeridad, entre lo actual y unos versos alejandrinos que se remontan cinco siglos atrás en el tiempo.
Venezia Teatro nos ofrece así una versión personal, que juguetea entre el verso y la prosa, entre la fidelidad y la arrogancia, entre la dramaturgia y una cuarta pared más que rota buscando la complicidad con el público.
Alejandro Albarracín
, más que interpretar, se transforma en el Tartufo más impostor de la historia. Su presencia es pura perversidad calculada, pura prepotencia y ego. Un espejo de la sociedad actual que nos hace aborrecerlo como nunca. Tartufo se convierte en el centro de la obra mucho antes de aparecer en escena, a las órdenes de un ritmo perfectamente medido. Y es que la expectación va creciendo con acertadísima tensión: murmullos, insultos, trabas familiares y alabanzas desmedidas durante los primeros actos van construyendo una mitología de Tartufo básica para la obra, cultivada desde el (nada casual) cartel promocional hasta la final aparición del personaje. Unas expectativas increíblemente altas que construyen un Tartufo demasiado cruel e inteligente que se nos desmorona sin embargo un poco rápido (¿será premeditado?), pero sin nunca perder sus cualidades retorcidas, manipuladoras ni, por supuesto, galantes.Cuidado, porque la obra atacará sin duda al espectador minucioso. ¿Adoramos falsos dioses? ¿Nos dejamos encandilar por lo políticamente correcto, por palabras místicas? ¿Ha quedado sometida la moral a la ambición, al poder, a la astucia más despiadada? ¿Cuántas veces nos hemos llamado Tartufo? Y es que esta comedia de 1664 no es sino una representación hermosa del afán capitalista por devorarlo todo ,con tal de conseguir sus propios fines. Más dinero. Más poder: la tumba de los principios.
Pero no hay que olvidar que Tartufo también es comedia. Esther Isla cumple aquí el cometido de la criada a la perfección, dotando al drama de una visión cómica que casi eclipsa no sólo al resto de protagonistas, sino a la misma naturaleza reflexiva y semioscura de la obra. Vicente León acompaña a Esther en la versión más divertida de la pieza, con un dominio de la voz, la gesticulación y el verso que defienden más que cualquier compañero la idiosincrasia clásica de El Impostor. Tartufo cuenta así con todo un elenco poderoso que dota de fuerza y sentido a una obra que quizá no podría explicarse así sin ellos. Lola Baldrich, Nüll García e Ignacio Jiménez completan un reparto coral para un escenario repleto pero pensado: nunca lleno, nunca vacío.
Todo ello, medido y expresado a través de una coreografía cuidada, casi mística, que convierte algunas escenas en bailes o en un cuadro pintado por el más cuidadoso autor barroco. Derroche de colores vibrantes, sólidos e hieráticos para los momentos más tensos. Para los más relajados, entradas, salidas y guiños fuera de escena.
Venezia Teatro nos trae así al Tartufo que siempre ha sido: una reflexión sobre la condición humana y el camino recto. Una reflexión sobre la moralina vacua. Sobre la ambición y el poder. Sin embargo, se atreve y arriesga, como un historiador negligente, a recomponer lo ocurrido. A convertirlo en un presente. En esta ocasión, la ambición gana.
TARTUFO EL IMPOSTOR, VENEZIA TEATRO
Elenco: Alejandro Albarracín, Lola Baldrich, Vicente león, Nüll García, Ignacio Jiménez, Esther Isla
Versión: Pedro Víllora
Director: José Gómez-Friha
Dónde: en el Teatro Infanta Isabel
Cuándo: Hasta el próximo 1 de octubre
Cuánto: A partir de 11 €
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