Aquí va una confesión que Harry Potter, Houdini y cualquiera que haya dicho alguna vez «abracadabra» desaprobaría negando con la cabeza y alejándose un poquito de mí: no me gusta la magia. Más bien, no me gustan los trucos de magia.
Que adivinen la carta en la que estaba pensando, que me roben la nariz o que se pasen un pañuelo de una oreja a otra me fascina, de verdad. Pero como no sé cómo lo hacen, me frustro y termino enfurruñada hasta que se me olvide el disgusto o busque (sin éxito) la razón por la que eso parece posible.
Por eso, cuando fuimos a ver «El Mago Pop: Nada es Imposible (Broadway edition)» en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid, mi ilusión nacía principalmente de la adrenalina que una siempre siente cuando pisa el teatro. Entré emocionada por enseñar la entrada a la acomodadora antes de indicarnos nuestros sitios de entre todos los que ya estaban llenos. Con la adrenalina de adentrarme entre las butacas llenas de miradas brillantes de expectación que iban dirigidas hacia el escenario. Entré como una simple espectadora de un show.
Y salí mágica.
Antonio Díaz es el nombre detrás del título «Ilusionista europeo más taquillero del mundo» y «Estrella de la Magia» en Netflix, formando parte de las pantallas de más de 190 países en todo el Globo. Es la persona que ha dejado a Antonio Banderas, Penélope Cruz y Stephen Hawking, entre muchos otros millones de espectadores, maravillosamente confusos y fascinados a partes iguales.
Ha estado en nuestras televisiones, tablets y sobre diferentes escenarios. Incluso aunque no hubiésemos visto nada de él, sabríamos decir de quién se trata. Porque lo único imposible de todo el espectáculo es no disfrutar cada vez que habla.
Y sobre todo, cada vez que hace magia. Porque lo que hace Antonio Díaz no son trucos, una manera de pasar el rato o el momento en el que chuleas de algo que sabes delante de tus amigos. Lo que hace es magia, y es arte.
Y eso es precisamente lo que el ilusionista catalán nos trae en «El Mago Pop: Nada es Imposible (Broadway edition)», arte. Un espectáculo con fechas tanto en Madrid (Teatro Nuevo Apolo), como en Barcelona (Teatre Victòria) donde todas las leyes de los libros de física, química, biología, matemáticas y la lógica se desafían y nos dejan completamente seguros de que todo lo que hemos estudiado en nuestra vida es relativo.
Juega con la realidad y con el público de una manera tan espectacular, tan elegante y tan bien hecha, que le dejas. Le dejas guiarte hacia un baile con el tiempo, el espacio, la gravedad, el azar que con él se vuelve menos caprichoso, y lo «imposible«. Y para cuando lo consigue, para cuando tú todavía estás intentando pensar en las maneras en las que lo que acaba de hacer tiene algún sentido, él ya ha empezado con la próxima razón de tu siguiente: «Pero, ¿qué?»
Porque simplemente te cautiva. Desde el principio, hasta mucho más allá del final. Y es que querrás hablar de cada instante del espectáculo con cada grupo de amigos, familia y hasta con la almohada. Este efecto sobre el espectador, sin embargo, no se debe únicamente al indiscutible talento del ilusionista y al equipo técnico, sino también a otros pilares clave: sus ayudantes y la música.
Tan importante es saber ser el protagonista, como el secundario sobre el que todo se sustenta, y los ayudantes de Antonio Díaz son clara prueba de ello. Este es un espectáculo rápido, divertido y ameno. Y como tal, se necesita un constante movimiento que ayude de manera invisible a la figura principal del espectáculo. Y así lo hacen.
¿Respecto a la música? Simplemente decir que en el metro camino a casa después del espectáculo busqué la playlist para poder escucharla de nuevo. Es que qué maravilla. Qué maravilla de canciones, y qué manera de situar cada una de ellas perfectamente en el lugar adecuado.
Ya me habían dicho que El Mago Pop era increíble, que cada truco era único y que se trataba de EL espectáculo de magia por excelencia. Todo el mundo estaba maravillado y parecía que el truco final era hechizar a todo aquel que saliera del teatro. Pero es cierto, porque no hay otra forma de salir.
«El Mago Pop: Nada es Imposible (Broadway edition)» es un show tan bien pensado y ejecutado, que es imposible encontrar las palabras. Es una hora y media que se sienten como cinco minutos, una delicia en directo, y un trabajo audiovisual tan bonito que simplemente te emociona. Porque no es que sea bueno con la magia, desaparezca y haga desaparecer bien las cosas (que también), sino que te hace sentir un poquito más vivo con cada palabra y cada nueva realidad que se inventa.
Podría escribir una tesis y un doctorado sobre el espectáculo. Pero cualquier cosa que te digan o que pueda decir yo, se queda corta. Porque la magia de verdad no se hace ni se dice, se siente. Y eso es exactamente lo que ocurre con Antonio Díaz: que siente la magia, y nosotros con él.
Porque sí, ahora sí me gusta la magia. Pero solamente si es El Mago Pop quien está sobre el escenario.