Esta nueva temporada de ballet se ha convertido en el año del genial compositor ruso Piotr Ilich Tchaikovsky. Las principales compañías de danza y ballet internacionales están recorriendo nuestro país con el tríptico insignia del compositor ruso: El Lago de los Cisnes, El Cascanueces y La Bella Durmiente. Uno de los repertorios más famosos del ballet internacional que recorrerá de punta a punta nuestro país de la mano de compañías tan prestigiosas como el Ballet de Moscú, Russian Classical Ballet o el State Ballet of Georgia.
Todos conocemos el argumento de este trío de ases de la danza clásica pero, hoy, en Taquilla.com, queremos ir más allá y presentarte todo lo que se esconde detrás de uno de los compositores más importantes de la historia y su prolífica producción artística.
El Lago de los Cisnes
Corría el año 1877 cuando un joven Tchaikovsky presentaba ante el público del Teatro Bolshói de Moscú su primer ballet. A diferencia de lo que se piensa actualmente, a finales del siglo XIX, El Lago de los Cisnes no tuvo un estreno muy prometedor. Muchos achacaron el fracaso a la pobre producción, mientras que otros a afirmaron que el problema era que Tchaikovsky había compuesto una estructura sinfónica demasiado enrevesada e imposible de dramatizar. Lo cierto es que la obra era demasiado moderna para lo que estaba habituado tanto el público como la crítica.
No fue hasta después las muerte del compositor, cuando El lago de los cisnes alcanzaría el éxito merecido gracias al coreógrafo Lev Ivanov, quien no solo logró comprender la música de Tchaikovsky, sino que marcó un antes y un después en el modo de concebir el ballet. Desde entonces, El Lago de los Cisnes se ha convertido en una de las mayores exportaciones artísticas de Rusia y en uno de los clásico más díficiles de interpretar por su famoso treinta y dos fouettés.
La bella durmiente
La mordaces críticas de la época sobre el primer ballet de Tchaikovsky no frenaron su interés por seguir creando. De hecho en 1888 el director de los Teatros Imperiales Rusos acudió al compositor con la pretensión de que realizara otra adaptación musical de un cuento clásico. En esta ocasión sería la versión de Charles Perrault de La Bella Durmiente de los Bosques, una obra centrada en las dos principales fuerzas en conflicto: el bien (el Hada de las lilas) y del mal (Carabosse).
Al contrario que El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente gustó mucho entre el pueblo ruso, pero desafortunadamente Tchaikovsky nunca tuvo la oportunidad de presencial cómo su trabajo se convertiría en un éxito instantáneo en los teatros internacionales, ni cómo su reinterpretación pasaría a la posteridad. De hecho, fue el propio compositor quien bautizó a la protagonista como Aurora. La principales compañías de ballet ruso convirtieron la obra en el paradigma de técnica y calidad, como el caso de El Adagio de la Rosa, una de las secuencias más difíciles de la historia del ballet, como se puede ver en el siguiente vídeo, interpretado por la magnífica Svetlana Zakharova.
El Cascanueces
La misma suerte corrió su tercer ballet, y es que la fama no le llegaría al El Cascanueces hasta que Walt Disney utilizó su música en la película Fantasía de 1940. A pesar de que en la actualidad es uno de los ballets más memorables (y tradición navideña por antonomasia), Tchaikovsky no tenía el mayor interés en componer esta obra: fue un segundo encargo del director de los Teatro Imperiales tras el rotundo éxito del ballet La Bella Durmiente.
Basándose en la adaptación de Alejandro Dumas padre de El Cascanueces y el rey de los ratones, Tchaikovsky pasó a posteridad en gran medida gracias a esta obra, aunque su estreno en San Petersburgo fue un fracaso absoluto y no fue hasta 1927 cuando se reestrenaría en Hungría y posteriormente en Inglaterra, donde la obra alcanzaría la fama y se convertiría en un clásico atemporal.