El año pasado Van Morrison publicaba Born To Sing: No Plan B, su trigésimo cuarto álbum de estudio y toda una declaración de principios; aunque él, a diferencia de tantos que han perdido su trabajo, no necesita ningún plan B porque su voz y sus canciones siguen siendo un plan seguro de éxito y una garantía absoluta de calidad para una legión de fans que han traspasado generaciones, desde que empezó a deslumbrar hace casi medio siglo al frente del grupo Them, cantando temas imperecederos del calibre de “Gloria”.
Ya desde sus primeros álbumes clásicos, Astral Weeks y Moondance, acuñó un inimitable estilo que funde de manera armónica rhythm & blues, folk, rock, country y jazz, aunque él se autodefine como un cantante de soul; en todo caso un cantante soul de ascendencia celta, cabria matizar, con una gran fijación por Caledonia, la antigua Escocia de los romanos, de donde proceden sus ancestros.
No es por nada que uno de sus discos más celebrados, It’sToo Late To Stop Now, es en directo. Y también para la historia ha quedado su participación en The Last Waltz, la película de Martin Scorsese sobre la última actuación de The Band. Sobre un escenario es donde mejor se puede apreciar la grandeza de Van Morrison y más si es en un recinto de la magnificencia del Gran Teatre del Liceu.
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