Tristeza, canciones y drama: la vida de la dulce Edith Piaf fue un desafío al destino. La música de esta cantante parisina del pasado siglo XX se construye sobre el sufrimiento de quien vio todo torcerse cada vez que surgía la esperanza, y el característico vibrato de su voz y su actitud derrotada llevan en sus cimientos la pesada huella del dolor y de la muerte.
En 2015 se cumplieron 100 años del nacimiento de este icono de la música francesa, autora de canciones inmortales como «La Vie en rose», «Hymne à l’amour» o el definitivo «Non, je ne regrette rien». De expresión frágil, su voz estremecida y sincera y su rebeldía inquebrantable se han convertido sin duda en el mejor de los legados.
Nacida en París en 1915, Édith Giovanna Gassion cumplía todos los requisitos para llegar a convertirse en reina de la chanson francesa: de padres separados y alcohólicos, tuvo que aprender a ganarse la vida cantando por calles y tugurios siendo todavía una niña. Tuvo dos maridos y varios amantes, entre los que se cuentan el alcohol y la morfina, a los que se vió arrastrada en la oscuridad de la tragedia.
Su gran golpe de suerte fue, sin duda, el empresario Luis Leplée, propietario del Cabaret Gerny’s, que la descubrió con tan solo 20 años y decidió instruirla en la música. Con la debida formación y apoyo económico a sus espaldas, su estrella no tardó en brillar. La llamaron “el pequeño gorrión”.
La suerte nunca consintió demasiado a Edith Giovanna, y las cosas pronto se torcieron. El asesinato de Leplée un par de años después generó el rechazo social hacia la cantante, que ya había conocido el dolor al perder a su hija de tan sólo dos años. Pero el gorrión siempre conseguía reponerse, y su decisiva consagración le llegó después de la Segunda Guerra Mundial. El existencialismo francés la convirtió en musa, y amistades como el letrista Raymond Asso o la actriz Marlene Dietric contribuyeron a hacer de ella toda una leyenda viva.
El gran amor de su vida fue el boxeador Marcel Cerdan, inspirador de las letras más sentimentales y dulces de la cantante francesa. Su muerte en 1949 en un accidente de avión sumió a Edith Piaf en una depresión definitiva, que la haría observar la vida desde la distancia y un auténtico desencanto. A partir de ese momento, continuó cantando, pero con una integridad física cuestionable y la profunda desgracia de quien lo ha perdido todo.
Edith Piaf fue la gran dama de la canción francesa del siglo XX. Su vida no fue ni un camino de rosas ni un manto de color rosa, por mucho que insistiese en cantarlo. Este género, dramático y decadente, se nutría de la tristeza de las calles de París.
Jacques Brel, Charles Aznavour o Serge Gainsbourg también lo cultivaron, pero ninguno ha pasado a la posteridad como un auténtico referente a la mandera de Edith. Con voces desgarradas y versos nacidos de la pobreza o el dolor, la chanson necesita del francés y sus cadencias sonoras. El cabaret, el jazz y la balada se aunaron durante unas pocas décadas para dar a luz a lo que podríamos llamar el género más triste de la historia.
Con motivo de tan destacado aniversario, durante los últimos años se han multiplicado los homenajes a la artista inmortal. Puedes disfrutar de «Piaf, el musical» en el Teatro Fígaro de Madrid durante este mes de junio.