¿Cuánto vale la familia? ¿Y los ideales? ¿Quién se atrevería a poner sobre la mesa la balanza y sopesarlo todo cuando hay pistolas de por medio?
Masked no trata de darnos una respuesta, sólo de plasmar la sangrante realidad que esconden los grandes conflictos. En este caso, el de la Primera Intifada, aquel levantamiento que llevó a los habitantes de la franja de Gaza y Cisjordania a revelarse conjuntamente contra los israelíes y su ocupación abusiva durante los años 80. Una situación límite donde la desigualdad de fuerzas y la opresión contra el pueblo palestino intensificaron la tensión y las dificultades.
Esta pieza teatral, escrita en 1990 por Ilan Hatsor, es un fiel retrato de la multiplicidad de posiciones que se van construyendo alrededor de una guerra y su situación más extrema: el enfrentamiento entre hermanos. Naim, líder de la resistencia, y Khalid, el más joven, sospechan de que su hermano mayor Daoud pueda ser un colaborador israelí. Este el tenso (y algo confuso) comienzo de la obra a partir del cual todas las razones se irán construyendo, donde cada paso es un acercamiento a la verdad y al dolor de dudar de tu familia.
Masked es drama, es thriller, es historia. Pero sobre todo, es mucho dolor. Sus protagonistas demuestran que no se trata de dos bandos, se trata de familias rotas donde cada uno intenta encontrar su lugar en una situación para la que nadie ha sido preparado. Es la pieza teatral perfecta para quienes buscan profundizar en el conflicto palestino más allá de lo que nos han contado. Una historia brutal sobre la guerra, la presión, y la ambigua moral de las decisiones dependiendo del cariz por el que se miren.
Una historia de sangre. Una historia sobre la fraternidad en su sentido más estricto y más laxo, un relato de pasiones y de un pueblo asediado por mucho más de un bando.
Iria Marquez capitanea y dirige un relato trepidante donde se puede palpar el riesgo en tus propias carnes, donde cada segundo puede ser la salvación o una bala. Ha construido una producción brillante en la que destacan los superpuestas capas de tensión, la iluminación y el uso de una banda sonora tensa y efímera. Sobre las tablas: Pedro Santos, Carlos Jiménez Alfaro y un destacable Antonio Lafuente, que parecen haer sido creados para estos papeles. O eso es lo que consiguen transmitir, guiándote por un intrincado itinerario del que no te dejarán salir hasta el final, gracias a una interpretación intensa y visceral.
No te pierdas este relato violento, trepidante e incómodo sobre la Primera Intifada. Porque las guerras no son como nos han contado. Son miles de facciones: los que luchan, los que aprenden, los que viven y los que quieren sobrevivir. Los de las familias y las traiciones, y los que tan sólo quieren seguir adelante.
Porque al final todas las guerras son la misma.
Pero algunas parecen eternas.