El bailarín y coreógrafo sevillano presenta a su compañía en el teatro EDP Gran Vía de Madrid
Toda una vida repleta de dedicación, esfuerzo y sacrificio es lo que ha costado al artista Antonio Márquez llegar a donde está hoy. “Yo seguiría dejando el alma cada día en el escenario como si fuera la primera y la última vez”, son las palabras de quien acostumbra a apostar por el arte, la danza y por aquellas obras que lejos de merecer ser olvidadas, tratan de abrirse un hueco entre los escenarios y teatros del mundo. Y así es ‘Medea’.
Casi cuatro décadas después de su estreno la obra sigue siendo considerada como uno de los momentos culminantes del ballet teatral flamenco. Mérito que se debe atribuir a la música de Manolo Sanlúcar, la coreografía de José Granero y al libreto de Miguel Narros, quien a día de hoy sigue siendo todo un referente para bailarines y coreógrafos.
La pieza ha estado siempre en manos del Ballet Nacional y este “no ha sabido tratarla”, afirma el bailarín. Tanto es así, que el heredero ha decidido que no debería quedarse en los baúles y contrató a Antonio y a su compañía para que pudieran “poner la obra donde debe estar: en el mismo sitio en el que está una Giselle o una Carmen de Roland Petit ”. El artista aboga por dar a este tipo de obras clásicas y a la danza “la repercusión y el sentido” que se merecen. Porque “a ‘Medea’ o la ven aquí y la ven ahora o dios sabe cuándo lo harán”, sentencia Márquez.
Recuerda el día que se rebeló ante el “no” de su jefe y decidió presentar un espectáculo de flamenco en la Ópera de la Bastilla de París. El público, el escenario y el teatro colapsaron. El mismo público que acostumbrada a salir quince minutos antes de los espectáculos se quedó media hora más aplaudiendo. Media hora. Y eso lo consiguieron el flamenco y Antonio Márquez. “Un director de un teatro no puede ser exclusivo, debe ser neutral y entender que tiene público de todo tipo. Tu dale buen género y verás cómo responde”, asevera el sevillano.
Quizá sea por esto mismo por lo que el escenario es su sitio. Como dice el refrán Zapatero a tus zapatos. Y qué razón tiene. “A mí dirigir no me ha gustado. A mi me ha gustado siempre formar a los bailarines, transmitirles mi energía, mi pasión. Para mi eso es lo mejor, sentirme bailarín, dirigido”, comenta.
A día de hoy los bailarines salen del conservatorio preparados pero necesitan clases y lugares que los acojan y donde puedan desarrollarse. Sin embargo, muchos de ellos acaban trabajando en algo totalmente alejado de su pasión. “Te da pena ver esto, que es nuestro, esta cultura y que poco la cuidan para que estas personas tengan que estar donde tienen que estar: bailando”, se lamenta.
Para la compañía no ha sido fácil llegar a dónde están hoy: “hemos tenido que sustituir a varias personas de la compañía y eso nos ha quitado tiempo de clases, ensayos y de poder seguir con el repertorio habitual”, afirma Márquez. “Pero así es como se cogen realmente las tablas, el sentido de la compañía y como todos acabamos respirando igual”.
Las bailarinas Helena Martín como Medea y Lupe Gómez como la Nodriza, y el bailarín Luis Ortega como Creonte son algunos de los que forman parte del equipo de más de 23 personas que cuentan con “una disciplina tremenda y sobre todo están enamorados de lo que hacen cada día”.
Y es que la danza, en palabras del bailarín, al igual que todas las artes debe tener el poder de comunicar. De transmitir. Los pasos acompañan, el cuerpo acompaña pero: ”lo importante de todo eso no es ejecutarlo sino hacer sentir al público. Hacerle vibrar con lo que tú sacas de dentro”.
Por eso ‘Medea’ es importante y por eso la compañía de Antonio Márquez lo hace tan bien. Porque lo saca de dentro y es capaz de reconocer con la cabeza bien alta que “el día que la conozcan van a estar buscando este tipo de género y de compañías cada día”.
Colaboración: Alejandro Pérez