"El rencor es un veneno que tomamos para matar a otro", dijo una vez un sabio haciendo referencia a una paradoja totalmente absurda e incuestionable. ¿Lo contrario? El perdón. Un acto tan difícil como necesario. Una dualidad en la que todos caminamos, y que está presente como una constante en nuestras vidas.
Son muchas las ocasiones en las que tomamos la decisión de perdonar, sin embargo, en otras, somos incapaces de desprendernos de las resistentes ataduras del rencor. La primera vez de Juana Acosta en el teatro y la veteranía de Chevi Murray hacen que nos replanteemos nuestros límites como personas, regalándonos un universo complejo, y trasladándonos, por otra parte, a un territorio fértil y poderoso.
¿Cuáles son los límites del perdón? ¿Quién es el que perdona: la mente o el corazón? Una vez lo hace, ¿es irrevocable? ¿Necesitamos un constante examen de conciencia? Séneca aseguraba que el perdón es la remisión del castigo debido y por lo tanto no hay que hablar de ello sino de clemencia, ¿es por tanto la justicia lo apuesto al perdón? Quizá, salgas del espectáculo sin dar respuesta a estas preguntas, pero sin duda constituirá todo un reto para ser capaz de formularlas con el cuerpo, la palabra la luz y la sombra, la música y el silencio, la emoción y la razón.
Juan Carlos Rubio pide "perdón", de antemano, por el atrevimiento.
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